Primera Nacional | Nueva Chicago

“A veces no tomo la dimensión de ese gol”

El Topo Gómez y el gran recuerdo de su noche en Córdoba para darle el ascenso a Chicago a Primera ante Instituto. “Podíamos quedar en la historia y lo hicimos”, remarcó.

Publicada: 09/06/2020 11:54:16

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Hablar del ascenso de Chicago a Primera en 2001 sin mencionar al héroe de esa gran noche en el Chateau Carreras hubiese sido una falta de respeto para todos en Mataderos. Por esa razón, Solo Ascenso fue por él y en una charla vía telefónica, abrió su corazón y contó todo sobre esa noche mágica en Córdoba, sus goles, su recuerdo y más.

¿Quién? Oscar Gómez, el Topo para todos los hinchas de Chicago. El ex goleador y pieza clave en ese equipo que venció 3-2 a Instituto en la final del Reducido por el segundo ascenso volvió atrás en el tiempo y revivió como ese 9 de junio, hace ya 19 años, se metió en la historia y dejó en la memoria de todos un gol de antología para sellar la serie.

- ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando pensás en el 9 de junio?

- Es una fecha clave, una fecha que a veces te olvidas los días previos, pero te hacen recordar los hinchas que se acerca ese momento tan glorioso para ellos y obviamente para nosotros, para el grupo. Formamos un grupo extraordinario de 20 y pico de jugadores, acá se cuenta a todos; el que jugó un partido, medio partido o el que no jugó, pero eran compañeros nuestros.

Es una fecha que no nos puede sacar nadie de la cabeza. Significa muchísimo para nosotros, significa la gloria para los jugadores, el club, tenerlo bien alto a Nueva Chicago. Nos trae muchos recuerdos hermosos, miramos las fotos y nos vemos tan jóvenes. Se ven reflejadas muchas cosas, cuando íbamos a entrenar en el colectivo que íbamos cantando, cuando nos teñimos el pelo, un montón de anécdotas fantásticas que es lo que hace lindo el folklore del fútbol.

- Ese plantel se armó para quedarse en la B Nacional y terminaron subiendo a Primera, ¿qué era lo mejor que tenía ese grupo?

- Había jugadores muy importantes, gente joven, gente de experiencia. Sabíamos que teníamos una patriada muy complicada porque Chicago tenía 0,400 de promedio y teníamos que engrosarlo. Sabíamos que todos los partidos iban a ser una final y así lo tomamos. No arrancamos bien, después hablamos muchísimo entre nosotros y nos propusimos si luchábamos todos los partidos, primero meter en todos los sectores y después una oportunidad íbamos a convertir.

Teníamos una defensa dura, un mediocampo combativo y nosotros la que nos quedaba la teníamos que embocar siempre pensando que nos teníamos que salvar. Gracias a Dios nos salvamos con Ferro y al octogonal lo íbamos a jugar de yapa, pero lo tomamos con altura y la responsabilidad que podíamos a quedar en la historia y lo hicimos.

Definimos casi todos los partidos afuera. Ganábamos uno o medio a cero en nuestra cancha e íbamos allá y le metíamos la presión a ellos. Lo importante era ganar en nuestra cancha y después lo que Dios quiera. Y así se dio, fuimos fase por fase. Fuimos a San Juan y pasamos, vino Gimnasia de Entre Ríos, perdimos de local en el minuto 48 del segundo tiempo y no lo podíamos creer, vamos allá y le damos vuelta el partido con jugadores extraordinarios.

Eso era Chicago. Me acuerdo que les dije a mis compañeros ‘quédense tranquilos que con este equipo vamos a salir campeón’. Vino Quilmes, le ganamos 1-0 y vamos a allá y aguantamos todo un partido dificilísimo, ese día me sacaron amarilla y sufrí ese partido. Después vino la final y la final hay que jugarla.

Le ganamos 1-0 con un partido extraordinario con la multitud en Mataderos y Amato dijo ‘lo vamos a dar vuelta allá’. Hicimos lo que teníamos que hacer en nuestra cancha. Me acuerdo un hincha me dijo ‘¿alcanzará el 1-0?’ y le digo ‘bueno mostro, si no nos tenés fe quédate acá en Buenos Aires y me fui’. Se lo dije con el corazón.

Un recuerdo inmenso hacia mis compañeros, el cuerpo técnico, y ni hablar la gente que fue ese día, una multitud extraordinaria. Cuando llegábamos al Chateau, la cantidad de gente, colectivos, autos, traffic, no podíamos fallar nosotros. Nos expulsan un hombre y luchamos todo el segundo tiempo con uno menos, y nosotros seguíamos corriendo porque estábamos mentalizados, teníamos puesta la cabeza en el objetivo.

En el entretiempo y dijimos ‘vamos a jugar el segundo tiempo que vamos a ganar’ y el piso del vestuario, porque teníamos casi todos tapones de aluminio, se sintió como cuando los soldados hacen sonar sus botas, fue todo en conjunto y me digo en mi mente ‘¿qué vamos a perder con estos muchachos?’. Y salimos a darle lucha. Dimos la vuelta en Córdoba que era lo más difícil, contra todo pronóstico, pero estábamos muy convencidos que no se podía escapar.

- ¿Y qué creés que cambió en ustedes la salida de Alberto Pascutti y la llegada de la dupla Jorge Traverso-Roberto Vega?

- Al Beto lo queríamos muchísimo porque nos llevó a la mayoría de los jugadores. Peleó por mí para que esté en Nueva Chicago, que arregle, quería que sea su 9 sí o sí, se jugó por nosotros. Sacó a Herbella de las Inferiores de Vélez que no lo conocía nadie, y así fue rescatando jugadores importantes; Leo Martens, Barlatay, César Velázquez, Barbona. Y todos los que ya estaban en el club, Gomito, Pocholo Sánchez, Orsi, Facundo (Argüello), Jesús, Borda, Frangella.

A Frangella le tocó jugar un tiempo y pico y quedó en la historia. Siempre rescato que tenés que estar preparado y él lo estuvo, fíjate la bocha que me mete en el último minuto. Teníamos un grupo extraordinario y siempre lo resumo en una frase ‘nos podrán imitar, pero igualar jamás’. Sabíamos lo que nos jugábamos, si estábamos dormidos pegábamos dos o tres gritos y el equipo se levantaba, eso es tener caudillos. Teníamos esas condiciones y por eso el equipo fue de menor a mayor.

- Te llevo a la final en Córdoba, sabiendo de la ventaja 1-0 de la ida en Mataderos, ¿te sentías con un pie en Primera en la previa a salir a la cancha?

- La adrenalina te corre la noche anterior, que estás nervioso, querés jugar ya y no ves la hora de desayunar, almorzar y directamente a la cancha porque lo que te mata es la previa, pero nosotros estábamos muy tranquilo. Éramos un equipo muy relajado, nos juntábamos a tomar mates, charlábamos, nos reíamos de cualquier cosa, pero teníamos la mente puesta en ir a jugar, sabíamos que el 1-0 es contraproducente, pero es más fácil que ganar 2 o 3 a cero porque te relajas.

Teníamos que meter en todos los sectores, pero estábamos tranquilos. Más nos motivó cuando vimos toda la gente, cuando entramos al estadio y estaba hasta las manos. Nosotros no le podíamos fallar a la gente y no nos podíamos fallar a nosotros que era lo más importante por todo lo que luchamos, lo que sufrimos; barro, lluvia, concentraciones y nuestra familia obviamente también.

No podíamos arrugar y no lo íbamos a hacer nunca porque teníamos jugadores de personalidad. Las opciones que teníamos las teníamos que mandar a guardar y lo hicimos así, yo digo que el fútbol es tan práctico. Estábamos muy convencidos, muy unidos, estábamos los 25 o 30, nos abrazábamos y decíamos que teníamos que salir adelante y así fue todo.

Queríamos que llegue ese día y jugarlo, salir a la cancha y lo demostramos. Hicimos un fútbol práctico; llegamos y convertimos. A veces podés llegar 20 veces y no pasa nada, nosotros las que llegamos convertimos y ahí complicamos al final.



- Frangella te metió un pase a los pies y vos resolviste aún mejor ante Klimowicz, ¿qué recordás de esa definición que quedó para la historia?

- Ellos se iban a venir y así sucedió, iban a quedar mano a mano para tratar de descontar y llegar a los penales. Nosotros nos defendíamos con uñas y dientes lo que se venía. Imagino el Tata (Martino) le habrá dicho que defiendan mano a mano y por suerte me mete esa pelota Flavio (Frangella), atiné a correr para delante, venía cruzando del otro lado un lateral. La intención en mi cabeza era si me salía el arquero, tirársela larga a la derecha y ahí no me alcanzaba más, eso lo que pensaba.

Pero como me venía cerrando el defensor, me iba a alcanzar y el arquero se apura a salir, encima es altísimo. Sale y se me prendió la lámpara, a veces no tomo la dimensión de ese gol, ahora que estoy más grande me cae la ficha. Todos los que me siguen escribiendo o jugadores de otros lados que he tenido de compañeros a lo largo de estos 19 años me dicen ‘¿qué hiciste? ¿cómo le pegaste?’ y les digo ‘no sé, atiné a tirarla por arriba tres dedos’.

Fue todo perfecto, el arquero intenta manotear y se le escapa entre los dedos y se fue metiendo. Siempre digo que el primer gol de cabeza fue impresionante también, pero me dicen el que se recuerda es el último. Hoy los chicos cuando doy clases o los adolescentes me dicen ‘cómo le pegó, profe. ¿Le puede pegar otra vez?’ y yo me río ‘¿qué le voy a pegar? No le puedo pegar más a nada’.

Fue extraordinario, Frangella me la puso ahí como un Dios y yo arranqué en velocidad a lo que Dios quiera. Fue un alivio porque teníamos 100 kilos en cada hombro y con eso despachamos a un rival digno, durísimo como fue Instituto.

- ¿Qué significó, no solo en tu carrera, sino en tu vida el ascenso con Chicago en 2001?

- Significó muchas cosas, poder jugar en otros clubes, poder quedar en la historia. Voy a Rafaela y me respetan mucho porque jugué en Atlético y me dicen ‘cómo te quiere la gente de Chicago’, me gané un respeto. Y la gente de Unión también, me respetan mucho y me dicen ‘nosotros te queremos también’, pero lo de Chicago es incondicional, y ahora estoy vestido de Chicago. Cuando entreno o me voy a correr siempre estoy con algo verde, porque lo siento.

Estoy lejos, no estoy cerca, no voy mucho a la cancha, no me gusta molestar. Siempre estoy con algo verdinegro, con el escudo y subo una foto, a veces subo otras fotos porque jugué en Salta y me quieren mucho también y se ponen celosos, pero saben que lo que me quieren en Chicago y yo los quiero mucho por la pasión.

Cuándo fui a firmar, me decían ‘vos estás loco, ¿qué vas a firmar en Chicago? Estás enfermo’ y Caruso Lombardi me dijo ‘vos estás loco, ¿qué vas a hacer ahí?’ y yo le dije ‘voy por la gloria’ lo juro por Dios y la virgen y así fue. Tengo buenos recuerdos de mis compañeros, a veces charlamos, nos hablamos para los cumpleaños, vamos a hacer una videollamada y brindar por ese momento. Algunos estamos viejos, otros pelados y otros más gordos y eso es lo lindo del fútbol.

- Una duda que muchos tendrán por Mataderos, ¿por qué no volviste nunca como jugador?

- Estoy orgulloso de decir ‘me fui y el equipo estaba en Primera’, pero creo y no le voy a errar nunca, que fue una cuenta pendiente del presidente (Tito Guerra) que no esté más. Fue una decisión de él y estoy segurísimo, porque era uno de los referentes que más estaba con los jugadores, el que peleaba por los haberes nuestros, porque esté bien el equipo, pero no tengo rencor a nada, simplemente dejé mi vida.

Mi familia se hizo fanática de Chicago, mi hija está orgullosa que su papá haya vestido esa camiseta. No le tengo bronca a nadie, ya pasó. Seguramente podía jugar un año o dos años tranquilamente porque la verdinegra y la 9 no es tan fácil usarla, han pasado millones de jugadores y saben que es dificilísima esa camiseta. Fueron goleadores, figuras en todos lados, pero cuando van a Chicago es jodido.

No es fácil jugar con la presión que tiene. Yo soporté todo eso y le di mi vida, el poco tiempo que estuve le di mi corazón, la entrega fundamental, podía jugar bien o mal, pero cuando entraba a la cancha me olvidaba de todo. Todo eso, me pasaron factura, pero bueno ya está. Ellos sabrán por qué, pero sé cómo dijo el Diego ‘me cortaron las piernas’.

No le tengo rencor, no le tengo nada, es fútbol. Lo que más te duele es la gente, pero me quedo con los recuerdos de la gente y la cara de mis compañeros cuando salimos campeón.

- Entre tantos de ese 2001, vos todavía no tuviste la oportunidad de dirigir a Chicago y volver al club, ¿es un sueño que tenés pendiente?

- Siempre sueño, me veo a veces vestido de verde y negro o con un pantalón y un saco dirigiendo cuatro o cinco partidos, medio partido, hoy no sabés nada en el fútbol. Claro que sí, ¿cómo no voy a soñar? Sueño siempre. Así como soñaba ser jugador de fútbol profesional, sé que tengo la característica de estar en Chicago, sé lo que significa estar ahí, el vestuario, la gente y lo que quiere la gente, transmitirle lo que pude hacer dentro de la cancha.

Siempre lo sueño, pero me quedo con el cariño de la gente y que todos los días a lo largo de estos 19 años que han pasado me llaman y escriben y les agradezco por lo que me quieren y yo a ellos también porque dejamos todo con mis compañeros. Obviamente que estaré a disposición cuando me digan, no voy a dudar y no voy por nada, voy por el sentimiento y si me tienen que dar una casa al lado del vestuario, me quedo ahí, ¿qué problema hay?

Darle una mano al club y hacerlo sentir al jugador lo que significa jugar con la camiseta de Chicago, no hay dudas. Me ilusiono todos los días.

Federico Meza

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